El olivar y el pasado
Nos podemos remontar prácticamente al comienzo de la agricultura para hablar del cultivo del olivo. Íntimamente ligado a la cuenca mediterránea y a todos los pueblos que por ella han pasado, desde los fenicios a los romanos, todos los pueblos han cultivado y comercializado el oro liquido del Mediterráneo.
En España desde la época de los romanos hay documentadas plantaciones de olivo mayoritariamente en la zona más cálida. Fue y es, junto con el cultivo de los cereales y la vid, uno de los cultivos que más superficie ocupa y mayores recursos ha generado.
No es nuestra intención hacer un recorrido por la historia, simplemente reseñar la capital importancia el olivar y cómo ha estado ligado desde tiempos inmemoriales a nuestro paisaje agrario.
Hasta bien entrado el siglo XIX se practicó una agricultura de subsistencia donde la población vivía mayoritariamente de los frutos del campo. Es con el éxodo rural cuando las ciudades empiezan a llenarse de trabajadores deseosos de unas mejores condiciones de vida.
A grandes rasgos es este el escenario que nos podemos encontrar en casi todo el territorio nacional y concretamente en la comarca del Alto Vinalopó. Hablando con los abuelos del lugar nos cuentan su historia que en muchos casos es común.
Los bisabuelos vivían del bancal de aceitunas, el pequeño huerto, unas gallinas y con suerte un cerdo para tener embutidos durante el duro invierno. Era una vida dura donde se trabajaba de sol a sol y no había muchas oportunidades. Nuestros abuelos vivieron un panorama desolador con una guerra fratricida que acabó con la escasa industria existente y arrasó cosechas y plantaciones. En los años 50 y 60 con el desarrollo industrial y la revolución verde se fue generalizando el abandono del campo, un continuo éxodo rural que hizo que la actividad del agricultor estuviese incluso mal vista y desprestigiada. El empleo de grandes tractores y maquinaria y el uso de agroquímicos hizo que descendiera considerablemente el número de personas necesarias en el campo. Una única persona con un tractor podía trabajar la tierra donde antes se necesitaban muchas más.
El olivar y el presente:
En concreto en la comarca del Alto Vinalopó la actividad agraria quedó relegada por el desarrollo de la industria, principalmente el calzado. La oleocultura se mantiene en muchos casos como una actividad complementaria y secundaria, que se realiza más por el amor que se le tiene a los olivos con los que uno ha nacido y ha visto crecer como a nuestros hijos.
Con la grave crisis económica y de valores que hemos y estamos sufriendo muchas personas han vuelto sus ojos al campo como una salida profesional. Es un deber de todos recoger y transmitir los conocimientos de los agrosabios. Aquellos que han pasado su vida obteniendo el mejor zumo de aceituna, que se levantan con el alba, que disfrutan cuando ensalzan nuestro aceite de oliva y que mirar preocupados a las nubes cuando amenaza pedrisco.
En la almazara ecológica San Cristóbal tenemos muy claro que la única forma de mantener nuestros bosques de olivos es mediante la experiencia de nuestros mayores e introduciendo las mejores técnicas de cultivo y elaboración de nuestros aceites de oliva virgen extra.
El olivar y el futuro: la producción ecológica.
Hemos apostado fuertemente por la producción ecológica desde el 2004. Creemos que nuestro deber es producir el mejor aceite de oliva posible, lo más sano y respetuoso medioambientalmente. La innovación como bandera es otra de nuestras señas de identidad. Prueba de ello es unos aceites de oliva virgenes extra aromatizados condimentos preparados únicos, que producimos mediante la molturación conjunta de naranjas y romero ecológicos con la pulpa de las aceitunas.
En esta zona del interior de Alicante las condiciones climáticas son duras y bien, o no llueve nada o cae una tromba de agua en pocos segundos. En este contexto, el olivar juega un papel fundamental en el mantenimiento del suelo fértil, evitando inundaciones y permitiendo el desarrollo de la flora y fauna locales.
Contamos con una variedad autóctona como es la Rojal de Cañada, que es nuestro deber mantener, conservar y potenciar. Es una variedad perfectamente adaptada a la zona de cultivo (unas 3400 ha en el Alto y Medio Vinalopó). Presenta una maduración tardía y es muy resistente a plagas como la polilla del olivo o la mosca del olivo, lo que hace que muchas veces no se trate con agroquímicos .
El mantenimiento el olivar y sobre todo el olivar ecológico es clave para la recuperación del paisaje agrario, el mantenimiento de las tierras fértiles (que en contra de la creencia habitual no hay tantas), el desarrollo económico de una comarca con escasos recursos y la potenciación de la agroecología.
El agricultor es la persona que más interés tiene en hacer las cosas bien, mantiene unas tierras que en la mayoría de los casos ha sido un legado de generación en generación. Conoce todos sus olivos como la palma de la mano y disfruta entre ellos como un niño jugando en el parque. El desconocimiento y el miedo hace que en muchos casos se mantenga en el cultivo tradicional. Cuando jugamos con el pan de nuestros hijos el cambio de pensamiento que conlleva la olivicultura ecológica es difícil de dar. Es aquí donde los consumidores de esta medicina liquida deben apoyar a estos valientes que luchan por el desarrollo sostenible.
Todo cambio trae consigo una adaptación, nuevas técnicas para mantener la fertilidad del suelo, nuevos métodos de poda, otra forma de controlar las hierbas adventicias (que no malas hierbas), el manejo de la fauna auxiliar. En definitiva, un proceso de reeducación que en la mayoría de los casos es bastante fácil pero que desde nuestra zona de confort cuesta dar.
Usted como consumidor cuando elige nuestros aceites de oliva virgen extra y virgen extra ecológicos está apoyando el mantenimiento de una variedad autóctona única en el mundo. Apoya el mantenimiento de la actividad agraria donde el bosque de olivos es vital para el ecosistema local y muestra sus respetos a aquellas mujeres y hombres valientes que decidieron luchar por hacer lo que les gusta, que permanecen ligados a su tierra, que un día perdieron el miedo y apostaron por la agroecología.
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