Los agricultores españoles han logrado reducir en cerca del 25 por ciento el consumo de agua para riego en los últimos quince años, al pasar de una demanda para uso agrario superior al 80 por ciento en 1999 a aproximadamente un 63 por ciento en la actualidad, según los últimos datos de la Federación Nacional de Comunidades de Regantes (Fenacore).
Este descenso se debe fundamentalmente al profundo proceso de transformación de regadíos que han llevado a cabo los agricultores en estos últimos años, con la modernización de los tradicionales sistemas de riego por gravedad, de coste energético casi nulo, a los nuevos mecanismos de riego por presión que, aunque demandan más energía, permiten ahorrar hasta un 20 por ciento de agua.
El riego localizado, presente ya en más del 48 por ciento de la superficie regable española, supone un giro de 180 grados a la hora de gestionar un recurso tan escaso como el agua, al representar en términos de volumen una reducción de más de 1.200 hectómetros cúbicos anuales de agua con los que, según los regantes, se podrían llenar 1.200 estadios de la dimensión del Santiago Bernabéu.
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